Barceló en Elvira González
Hacía días que me hacía el remolón por que ciertamente no me
interesa, creo que el Barceló insigne y novedoso, con discurso, se quedó en la
capilla de San Pedro de la Seo de Mallorca… y si me pongo a meditar seriamente
creo que incluso antes. Pero
no era plan de acercarse a la Galería Elvira González con aire escéptico y cínico,
a cualquier exposición tienes que presentarte con los sentidos abiertos, así
que durante el desayuno me leí todos los artículos que se publicaron sobre la
muestra, me estudié la nota de prensa y me dejé arrastrar por el frío madrileño
llevado más por un ánimo impuesto que por una realidad. No tengo nada en contra
de Barceló, ni en contra de nadie, para las animadversiones soy entre de vago y
pusilánime, me agota estar en contra de cualquier cosa. Barceló me parece uno
de los creadores europeos más importantes de los 80’s y 90’s, tenía de valioso
lo fresco y renovador de su estilo informal y puro… estilo personalísimo que ha
ido doblando sobre sí, perdiendo frescura y pureza, convirtiendo cada producción en
una copia de sí mismo, así como se afirmaba en los 70 y recuerda Miguel Cereceda en su artículo para ABC, que copiaba descaradamente a los grandes
artistas plásticos alemanes de la época, ahora Barceló copia a Barceló pero con un
regusto a pereza, a falta de ganas por la creación de conceptos nuevos, se preocupa
más de la innovación técnica y el dominio de ésta, que del discurso de su obra.
Y esto es estupendo para un profesor de Bellas Artes, pero no para un artista.
Aun así me dirijo animoso a ver la exposición Tokonomas
porque hay algunos factores que me llaman la atención. Barceló no exponía en
Madrid desde hacía 10 años, para empezar. Y la muestra lleva el sello de Elvira
González, y siento especial devoción por ella ya no solo por ser una de las grandes
galeristas de España, sino por mi tontería pueril, ella era la directora de la
Galería Theo en 1971 y fue testigo cuando ocho retrasados destrozaron 24 litografías de la Suite Vollard de Picasso, si es que en el fondo soy un
romántico…
Roser (Detalle), 2012 (Galería Elvira González) |
Tonyina (Detalle), 2012 (Galería Elvira González) |
Barceló no me defraudó. Cumple con su nueva muestra todo lo
que yo pensaba antes de salir de casa con la careta optimista puesta. Salvo
algún punto de vista de alguna obra, algún comentario sobre el tratamiento del
color, o sobre la suavidad de alguna forma, de ese tipo de comentarios que
siempre quedan muy pedantes, no hay un todo que me guste. Llego a tener la
impresión repentina, rodeado de la obra de Barceló, de que se ha abierto un
agujero de gusano entre el Musée du Quay du Branly parisino y el Museo de Cerámica de Chinchilla de Montearagón. Un paseo poco galante entre la cerámica
tradicional y la alfarería africanista. Intento recordar la entrevista que
ha grabado el artista para la galería y cómo justifica la utilización de la
cerámica como un utensilio de pintura más y caigo en la verdad absoluta de que
el Barceló ceramista alcanzó su cumbre a mediados de los años 90, mis años
favoritos 95 y 96. Se nos ha roto la magia, ya no me cuentan nada sus obras, ya
crea para museos de arte contemporáneo o para coleccionistas neófitos, esos de abultada cartera y poca idea que se van a dejar llevar por la firma más que por
el contenido.
Mientras la prensa celebra que Barceló vuelve a Madrid matando su mejor cordero y cerrando los ojos. Y me acuerdo de esa leyenda que dice que Madame de Staël en uno de aquellos salones sociales de la maravillosa y ficticia corte de Luis Capeto dijo aquello de “Et in Arcadia ego”, meses después el rey Luis temblaba de frío al perder la cabeza, literalmente, en lo que hoy es la Plaza de la Concordia, a escasa media hora andando del Musée du Quay du Branly.
Galería Elvira González. Hasta el 27 de marzo de 2013